jueves, 8 de marzo de 2018

Reflexiona cada dia

Dí a esta piedra que se convierta en pan” (Lc 4,3)
8 marzo, 2018 por Mater Dei.

Las piedras son minerales cuyo valor está a merced del criterio arbitrario de los hombres. Una piedra que a nosotros nos resulta preciosa, o que dicen que es útil para la construcción, quizá no tiene tanto valor fuera de ese pequeño mundo en donde es tan apreciada, porque ha de medirse con objetos de una valía mucho más elevada y noble que la que aporta el simple valor material.

Cuántas veces nos resulta agobiante y pesado nuestro día a día porque nos empeñamos en vivirlo cargando a las espaldas con un fardo repleto de piedras y piedras que, en nuestro pequeño mundo, tienen un valor casi absoluto. Las piedras de tantas obligaciones y compromisos que asumimos sólo por quedar bien ante los demás, la losa pesada de esos deberes laborales que cumplimos sin responsabilidad ni dedicación, o nuestro cristianismo cumplidor y mediocre que convertimos en un duro y desabrido pedernal. La tentación está en querer convertir todas esas rocas en ese poco de pan tierno y sabroso que el mundo valora y con el que sacia, sólo momentáneamente, las hambres más profundas del alma.

Querer un cristianismo de mínimos, correcto y cumplidor, capaz de saciar al hombre sin el esfuerzo y fracaso de la cruz, es vivir en la constante tentación de la mediocridad acomodaticia que pone una vela a Dios y otra al diablo. No pretendas vivir tu vida cristiana alimentada sólo con el pan de tus criterios, ambiciones y egoísmos, porque nunca verás plenamente saciada tu hambre de felicidad. Tampoco llenes tu alma de piedras inútiles y pesadas que te hacen caer bajo el peso de tantos activismos estériles y de agobios inútiles o de conveniencia.

Has de aprender a llevar en tu vida esa misma carga ligera que llevó Cristo hasta la Cruz: el pecado de tu vida y de la vida de todos los hombres sobrellevado por el amor infinito hacia el Padre. En el saco vacío de nuestra oración han de caber sólo tantas y tantas inquietudes, agobios y preocupaciones que pesan sobre la vida de nuestros hermanos, los hombres.

Don Antonio ha resucitado