Pone en guardia contra la charlatanería que “destruye a la Iglesia”
© Jeffrey Bruno ALETEIA
Después de los “cristianos de salón” son los
“cristianos charlatanes” el objetivo del nuevo rapapolvo del Papa
Francisco hacia cuantos han perdido el sentido de si pertenencia a la
Iglesia, al pueblo de Dios. Esta mañana, sábado 18 de mayo, durante la
celebración matutina en la Capilla de la Domus Sanctae Marthae, el papa
Bergoglio subrayó las “malas costumbres” que se contraponen a las
“buenas maneras” que muestran muchos cristianos. Y entre las malas
costumbres está precisamente la de “hablar mal del otro” con las
palabras, con la desinformación y con la calumnia. “Los cotilleos –
afirmó – son destructivos en la Iglesia”. Y sí es verdad que Jesús
hablaba mucho con Pedro y con los demás; pero era un “diálogo de amor”.
Jesús, recordó el Pontífice, preguntó muchas veces a Pedro “si le quería, si le amaba, más que los demás. Pedro dijo que sí, y el Señor le dio la misión: apacienta a mi rebaño”. Este fue “precisamente un diálogo de amor”. Pero en cierto momento, explicó el Santo Padre, Pedro tuvo la tentación de entrometerse en la vida de otro, Judas. Y tras saber que habría traicionado, preguntó a Jesús por qué le permitía seguirle aún. “Jesús, una vez más, debe reñirle: ¿A ti que te importa? Es fuerte esta palabra: ¿A ti qué te importa? No te metas en la vida del otro. ¿A ti que te importa si yo quiero esto?”, repitió el Pontífice, refiriéndose al pasaje evangélico de Juan (21, 20-25).
Pedro, explicó el obispo de Roma, es un hombre, y por tanto también él cae en la tentación de entrometerse en la vida de los demás, es decir, “como se dice vulgarmente, meter las narices”. También en nuestra vida cristiana sucede esto: “¿cuántas veces – se preguntó el Papa Francisco – nos vemos tentados de hacer esto? El dialogo, ese dialogo con Jesús, se desvía por otro camino. Y este meterse en la vida de los demás tiene muchas formas”. El Pontífice subrayó dos: el compararse siempre con los demás y las habladurías .
La comparación, puntualizó, es preguntarse siempre: “¿Por qué esto a este sí y a mi no? ¡Dios no es justo!”. Para aclarar el concepto, puso como ejemplo a santa Teresita, la cual ·cuando era niña tuvo la curiosidad de comprender por qué Jesús parecía no ser justo: a uno le daba tanto y a otro menos. Era niña y preguntó a su hermana mayor que ella, y ésta – ¡sabia, esta hermana! – cogió un dedal y un vaso. Los llenó de agua, a ambos, y después le hizo la pregunta: Dime Teresita, ¿cuál de los dos está más lleno?. ¡Pero si los dos están llenos! Y así es Jesús con nosotros: da igual si tu eres grande o eres pequeño. Interesa si estás lleno del amor de Jesús y de la gracia de Jesús. Jesús con nosotros hace así”.
Cuando en cambio se hacen comparaciones, “se acaba en la amargura y en la envidia. Que es lo que quiere el diablo. Se empieza alabando a Jesús y después, por el camino de la comparación, acabamos en la amargura y en la envidia”. Pero la envidia “arruina la comunidad cristiana” y hace “mucho mal, mucho mal a la comunidad cristiana”.
Jesús, recordó el Pontífice, preguntó muchas veces a Pedro “si le quería, si le amaba, más que los demás. Pedro dijo que sí, y el Señor le dio la misión: apacienta a mi rebaño”. Este fue “precisamente un diálogo de amor”. Pero en cierto momento, explicó el Santo Padre, Pedro tuvo la tentación de entrometerse en la vida de otro, Judas. Y tras saber que habría traicionado, preguntó a Jesús por qué le permitía seguirle aún. “Jesús, una vez más, debe reñirle: ¿A ti que te importa? Es fuerte esta palabra: ¿A ti qué te importa? No te metas en la vida del otro. ¿A ti que te importa si yo quiero esto?”, repitió el Pontífice, refiriéndose al pasaje evangélico de Juan (21, 20-25).
Pedro, explicó el obispo de Roma, es un hombre, y por tanto también él cae en la tentación de entrometerse en la vida de los demás, es decir, “como se dice vulgarmente, meter las narices”. También en nuestra vida cristiana sucede esto: “¿cuántas veces – se preguntó el Papa Francisco – nos vemos tentados de hacer esto? El dialogo, ese dialogo con Jesús, se desvía por otro camino. Y este meterse en la vida de los demás tiene muchas formas”. El Pontífice subrayó dos: el compararse siempre con los demás y las habladurías .
La comparación, puntualizó, es preguntarse siempre: “¿Por qué esto a este sí y a mi no? ¡Dios no es justo!”. Para aclarar el concepto, puso como ejemplo a santa Teresita, la cual ·cuando era niña tuvo la curiosidad de comprender por qué Jesús parecía no ser justo: a uno le daba tanto y a otro menos. Era niña y preguntó a su hermana mayor que ella, y ésta – ¡sabia, esta hermana! – cogió un dedal y un vaso. Los llenó de agua, a ambos, y después le hizo la pregunta: Dime Teresita, ¿cuál de los dos está más lleno?. ¡Pero si los dos están llenos! Y así es Jesús con nosotros: da igual si tu eres grande o eres pequeño. Interesa si estás lleno del amor de Jesús y de la gracia de Jesús. Jesús con nosotros hace así”.
Cuando en cambio se hacen comparaciones, “se acaba en la amargura y en la envidia. Que es lo que quiere el diablo. Se empieza alabando a Jesús y después, por el camino de la comparación, acabamos en la amargura y en la envidia”. Pero la envidia “arruina la comunidad cristiana” y hace “mucho mal, mucho mal a la comunidad cristiana”.