El
día 6 de enero celebramos la solemnidad de la Epifanía del Señor: la
manifestación del Niño Dios a los pueblos de la gentilidad. Sin perder
nada de la alegría popular; de la ilusión de los niños con los
juguetes de los Reyes y de la nostalgia de los mayores, hemos de
meditar en el misterio que hoy celebramos en la fe y en la liturgia.
La fiesta
de los Santos reyes se articula en torno a tres realidades y símbolos:
una estrella; unos magos y un niño.
Una estrella
Símbolo de los signos que conducen a Dios. En la estrella podemos ver
el anuncio del profeta Isaías sobre la luz anunciada y prometida:
“Levántate, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor llega
sobre ti. Mira: las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad, los
pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor”.
Unos magos
Símbolo de los hombres que buscan; que averiguan los signos de los
tiempos; que contrastan su saber con los demás; que salen de su vida
instalada en la comodidad en busca de horizontes amplios y
trascendentes. Por el contrario, el que todo lo sabe y todo lo tiene,
se encierra en el castillo de su suficiencia, incapaz de preguntarse;
de escudriñar estrellas más altas; de ir en busca de metas más
lejanas.
Herodes,
los sumos sacerdotes, los letrados no podían descubrir a Dios, que se
presentaba fuera de sus esquemas. Estaban demasiado seguros de poseer
a Dios, como para tener que salir en su busca.
Los magos,
sí. Curiosamente, ellos que no pertenecían al pueblo de Israel,
simbolizan al pueblo en espera, en necesidad, en limitación y en
búsqueda de salvación. Los magos representaban la amplitud y la
universalidad de esa salvación prometida por Dios en el texto del
profeta Isaías: “Caminarán los pueblos a tu luz; los reyes al
resplandor de tu aurora. Te inundará una multitud de camellos, los
dromedarios de Madián y de Efá. Vienen todos de Saba, trayendo
incienso y oro, y proclamando las alabanzas del Señor”. Es la cita
bíblica que San Mateo y su comunidad recogen, para expresar la
universalidad de la salvación de Dios, que trae el Niño nacido en
Belén.
Un Niño: el Hijo de Dios
Los
magos encontraron, después de mucho buscar y caminar, a un Niño: el
Hijo de Dios. Lo adoraron, ofreciendo sus personas y sus dones: oro
(como a rey); incienso (como a Dios) y mirra (como a hombre mortal).
A partir
de ahí se transformaron y se convirtieron en misioneros de la alegría
y del amor; en testigos de la gracia; en catequistas. Hoy es un día
para hacer crecer la conciencia de nuestra dimensión misionera y
universal.
¡Feliz
Epifanía del señor y de los Santos Reyes!
+ Vicente Jiménez Zamora
Obispo de Santander
Obispo de Santander